• 02/06/2023
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Las misiones jesuíticas y la música

Las misiones jesuíticas y la música


Por José Domingo Petracchini (*)

Quienes vieron la película “La Misión”, o quienes escucharon su música, habrán notado que las geniales composiciones de Morricone tenían un marcado aire barroco, mezclado, como era de esperarse, con una base musical indígena. Es posible también que muchos hayan pensado, yo entre ellos, que era poco probable que los indígenas ejecutaran con tanta técnica diversos instrumentos y que formaran coros de calidad como los de la película. Bien, los que pensábamos así estábamos equivocados.

Muchos sostienen que, en el film, el personaje del padre Gabriel (Jeremy Irons), está inspirado en Doménico Zípoli (1688- 1726). Zípoli era un compositor muy conocido en Roma, había nacido en Toscana, y que falleció en Córdoba, Argentina. ¿Cómo se entiende eso? Repasemos un poco la historia para que se comprenda.

La Compañía de Jesús, comúnmente llamada Jesuita, fue fundada por Ignacio de Loyola en 1534. Está formada por sacerdotes y hermanos legos (religiosos no ordenados) cuyo objetivo principal es “la salvación y perfección del prójimo”. Una de las características de La Compañía es que sus integrantes deben estar dispuestos a ir donde la misión de la Iglesia los requiera. Es así que a fines del siglo XVI distintos grupos llegaron a Canadá, Mississippi, México y en 1568 llegó el primer grupo a Sudamérica para establecerse en el Virreinato del Perú. En 1608 se crearon distintas reducciones que se establecieron en zonas de Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina.

La música era utilizada como elemento evangelizador. En las compañías había numerosos sacerdotes y hermanos legos con conocimientos musicales quienes les enseñaron a los indígenas la música que se escuchaba en Europa. Entiéndase Bach, Haendel, Scarlatti, etc. También les enseñaron a escribir y componer esa música. Incluso a fabricar sus propios instrumentos. Tal era la calidad de estos últimos que algunos se vendían en el viejo continente. Como es lógico pensar, la mayoría de esa música era pensada para el culto, tanto la instrumental como la vocal.

Pero resulta que, por distintos motivos, todos esos escritos, con alguna honrosa excepción, se extraviaron. No fue sino hasta 1972 que el arquitecto jesuita, Hans Roth (suizo), fue enviado a Chiquitos (Bolivia) para restaurar la Iglesia de San Rafael. Al notar que no concordaban los planos descubrió que había una cámara secreta que no figuraba en ellos. Al derribar una pared se encontró con la mencionada cámara y dentro de ella más de 5000 partituras de todo tipo escritas por los propios indígenas y por jesuitas (sacerdotes y laicos) que participaron de las Misiones. Entre esas obras se encontraron varios manuscritos de Doménico Zípoli. Algunos años antes, en 1941, Lauro Ayestarán (uruguayo), había sugerido que el músico italiano “desaparecido” y el hermano jesuita, radicado en Córdoba, eran la misma persona. Esta propuesta se aceptó 20 años después. Zípoli, que trabajó solamente 8 años en la ciudad mediterránea, mediante emisarios enviaba sus obras a los pueblos que formaban las Reducciones.

Se le ordenó a Roth regresar a Europa, pero, desobedeciendo las órdenes, dejó la orden jesuita y siguió trabajando 30 años más en Bolivia.

Otro archivo musical muy importante se encuentra en Moxos, también en Bolivia.

Escuchemos algunos ejemplos de música en las misiones.

Barroco Chiquitano:



Letanía (anónimo):


Sonata Chiquitana IV:



Misa San Ignacio (Zípoli):



(*) Director del Coro Vocacional de la UNSJ (*)


Fuente: Nuevo Mundo, edición 720 del 1 de junio de 2023


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