No solo un bolero – (Maurice Ravel 1875- 1937)

Por José Domingo Petracchini (*)

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que, el célebre “Bolero de Ravel” (1928), es la obra más conocida del compositor. Sin hacer un juicio de valor sobre todas sus obras, mi afirmación se debe a que el célebre Bolero es reconocido tanto por los amantes de la música académica como también por los que no lo son tanto. Ello se debe a que ha sido utilizado en diversas oportunidades para distintos cometidos, principalmente en la industria del cine. Dos ejemplos de ello son las películas “El bolero de Raquel” protagonizada por Cantinflas en 1957 y “Los unos y los otros” (1981) donde era danzado por el magnífico bailarín argentino, Jorge Donn.

El bolero le fue encargado, para ser coreografiado, por la bailarina rusa Ida Rubinstein. La condición era que tenía que ser sobre un tema español. La idea original de orquestar algunos temas de “Iberia” de Albéniz fracasó, por lo que decidió escribir el mismo el tema principal, surgiéndole la idea de repetir el mismo tema por todos los instrumentos de la orquesta, en un crescendo permanente. Curiosamente, el autor decía de la obra que era “solo un simple estudio de orquestación”.

Pero, como dice el título de la columna, Ravel tiene varias obras geniales. Una de ellas es “La valse” (El vals en francés) estrenada 8 años antes que Bolero. Ravel desde joven quiso hacerle un homenaje a Johann Strauss, describiendo la fastuosidad de la corte vienesa. La 1ra Guerra Mundial cambió su óptica y, según sus propias palabras, compuso un “torbellino fantástico y fatal que describe la destrucción y decadencia del mundo occidental”.

Y si el lector quiere relajarse y pasar un momento agradable, debe escuchar Pavana para una infanta difunta. También, según el autor, la música no condice con el título de la obra. “Simplemente me gustaba la combinación de las palabras”. De todas formas, la pavana era una danza lenta muy utilizada en los siglos XVI y XVII. Ravel la estrenó, en 1899, originariamente para piano, y la orquestó en 1910, dándole el tema principal al corno (trompa).

Una de sus obras más curiosas es su “Concierto para la mano izquierda”, estrenado en 1932, escrito especialmente para Paul Wittgenstein. Wittgenstein era un joven y precoz talento en el piano, nacido en Viena, que fue llamado a combatir en la 1ra guerra mundial. Lamentablemente durante el conflicto bélico perdió su brazo derecho. Terminada la guerra se propuso recopilar todas las obras que se hubieran escrito para una sola mano. Esto causó la admiración y respeto de varios autores que escribieron obras dedicadas a él, pero ninguna alcanzó la notoriedad que obtuvo el concierto escrito por Ravel, por expreso pedido de Wittgenstein.

Ravel, comparado con otros compositores, no escribió una gran cantidad de obras, pero varios de sus trabajos se ejecutan con asiduidad en todo el mundo. Escribió, además de sus obras sinfónicas, obras para distintos solistas vocales con acompañamiento de piano u orquesta. Una de sus obras muy conocidas son sus Trois Chansons (1915-16) para coro a capella.

El ballet Daphnis y Cloé (Dafnis y Cloe), fue estrenado en 1912 en el Teatro Châtelet de París. El empresario y coreógrafo Serguéi Diáguilev (el mismo que le encargara a Stravinski “La consagración de la Primavera”) le pidió a Ravel que escribiera la música, sobre una adaptación de la novela pastoril del compositor griego Longo. Descripto por el músico como una sinfonía coreográfica, fue pensado para una gran orquesta y un coro “mudo”. Esto significa que el coro no tiene texto sino solamente vocalizaciones. El día del estreno, Diáguilev omitió el coro causando el enojo de Ravel. Actualmente raras veces se presenta como ballet, pero sí frecuentemente como pieza de concierto. Se podrá escuchar en nuestra provincia el próximo 30 de junio con la Orquesta Sinfónica, el Coro Universitario y el Coro Vocacional de la UNSJ, dirigidos por el maestro César Iván Lara.

(*) Director del Coro Vocacional de la UNSJ

Fuente: Nuevo Mundo, edición 712 del 18 de mayo de 2023