Retomando el mérito en la Educación

Por María Eugenia Gutiérrez (*)

El mérito académico es el reconocimiento que realiza una Institución Educativa al desempeño de uno o más integrantes que se han destacado a lo largo del ciclo escolar, reflejando el esfuerzo realizado de superación. En nuestro país existe un punto de discusión en relación a la recuperación de la cultura del mérito y del esfuerzo.

Hay diferentes puntos de vista sobre el temas que demandan urgente atención, como los desafíos de afrontar el crecimiento de la población estudiantil, es decir, recuperar el abandono escolar; el desarrollo de la investigación científica; así como la necesidad de promover carreras cortas; evitar la deserción estudiantil; garantizar más recursos; fortalecer la cultura de la evaluación; contribuir a mejorar la preparación de los profesores; mejorar los resultados de las pruebas de evaluación nacionales e internacionales. Por lo tanto más allá de las propuestas responsables de Instituciones Educativas públicas y privadas pueden dar una mirada sobre qué es necesario enseñar y qué espera un país en la Educación.

Los rankings de la OCDE (pruebas internacionales), ponen en evidencia la realidad educativa de cada país. El desempeño de Argentina en los exámenes internacionales, como las pruebas PISA se ha desmoronado, pasando de los primeros a los últimos puestos de Latinoamérica en apenas dos décadas, constituyendo un derrumbe sin precedentes que urge revertir y que debe explicarse.

Otros países sin gran destaque y basándose en esta situación, están discutiendo con prioridad estas situaciones, encontrando una seria contribución de su punto de vista en  la prestigiosa periodista francesa Sophie Coignard ha escrito La tiranía de la mediocridad. Por qué debemos salvar el mérito, que ahora se publica en España (Ed. Deusto).

En los últimos tiempos se observa alguna reacción sobre modelos más facilistas, por ejemplo, en la posibilidad de pasar de año con más materias previas, entre otras y no en favor del esfuerzo y el mérito. Quizás el problema está en la falsa idea que la meritocracia educativa congela, reproduce, o incluso profundiza la desigualdad, por lo que cualquier distinción estaría perjudicando a otro, y en realidad pasa por posicionarse en la idea de que si un alumno se esmera conseguirá mejores resultados de otro que no lo haga sin importar su nivel socioeconómico o de dónde provenga. En este sentido, si quitamos incentivos a los alumnos podemos estar impidiendo el desarrollo de buenos hábitos y competencias, que requieren de pequeños y constantes esfuerzos todos los días.

Aquellos que se sienten vulnerables frente a los desafíos son lo que más necesitan conocer sus fortalezas, es por ello que el esmero y el sacrificio, que impulsa el mérito personal, es la herramienta fundamental para el autoconocimiento y resulta indispensable que esta práctica de aprendizaje de la propia conciencia se desarrolle en un ámbito educativo eficaz y funcional. En tiempos donde toda la información está al alcance, donde las ofertas de las pantallas adormecen la voluntad, promover el cultivo sano de la mente y el conocimiento mediante el esfuerzo y la constancia, siembra indiscutiblemente niños más felices, más tolerables a lo diverso y a la frustración, más críticos a su realidad y a la de otros y, en consecuencia, más dedicados a cuidar el bienestar propio y el de los demás. Fuente: Géraldine Hart Vorobyoff; Mariano de Vedia (La Nación); Infobae, La Meritocracia en Educación. El Mérito y el Conocimiento, Zaballa Madrid


(*) Docente, exsecretaria de Educación

Fuente: Publicado en Nuevo Mundo, edición 860 del 5 de febrero de 2024